Nada de esto es tranquilizador si no se ve a Dios en la tempestad
“…Los mástiles se doblan, las velas se despedazan, el timón que se suelta para no estropear tanto el navío, nada de esto es tranquilizador si no se ve a Dios en la tempestad”i
Filipina mujer enérgica, amante de la verdad, no duda en describir lo que no es “hermoso” del viaje en el Rebecca. Dice en su carta: “no les ocultaré los peligros del océano ni mi propia flaqueza”.ii
¡Qué invitación a nuestras vidas para comunicar con verdad, la realidad de “los viajes” del día a día! Esas tormentas que nos invaden hoy: violencia, muerte, fanatismos, exclusiones, indolencias, dificultades en las que salen nuestras flaquezas, fragilidades, temores. ¿Cómo descubrirlo en mi tempestad? ¿Cómo mirar con los ojos de Dios? Para Filipina, Dios estaba en todos esos signos de la naturaleza. Ella tomaba fuerzas, tenía otras hermanas a las cuales debía sostener, especialmente la Hna Catalina que sufría y pensaba que no podía seguir con el viaje. Filipina cantaba el “Ave Maris Stella”, decían que tenía una hermosa voz, y el capitán del Rebecca le insistía que cantaran esa bella canción pues, ese canto atraía el buen tiempo. ¿Cuáles son nuestros “cantos” para atraer el buen tiempo? El canto se transformaba en oración, en abandono, en certeza que Dios estaba ahí… como en el mar de Galilea. Mi canto preferido es la oración en comunidad … allí se calma la tormenta.
Sandra Cavieres, RSCJ, Provincia de ChileImagen: Shutterstock
iMONS.BAUNARD. MISIONERA. Imprenta Sta. Magdalena Sofía, Santiago de Chile 1941. Pág. 212-213.iiIdem pág. 212.